La Última Ficha de la Medianoche

No vine al mahjong por fortuna, sino porque las fichas susurraban cuando nadie más escuchaba. Al principio, solo caos: manos frenéticas persiguiendo ‘shunzi’ como un niño perdido en un templo. Pero aprendí: el dominio no está en ganar mucho, sino en saber detenerse. En la quietud entre fichas, donde el tiempo se vuelve sagrado. Mi victoria no es magia —es patrón. Mi riesgo no es miedo —es disciplina. Mi recompensa no es bono —es presencia. Jugaba como un monje: sin apuestas nocturnas, solo té a las 3 AM, dos manos sobre la mesa, y un silencio que susurra como una guqin antigua. El juego verdadero vive en el espacio entre giros: una rebelión silenciosa contra los algoritmos que exigen velocidad. El año pasado, en la Noche de Mid-Autumn, gané 2000 Rs —no por apostar fuerte, sino por dejar de apostar jamás. Esto no es una app para dinero rápido. Es un código sagrado tallado en porcelana y luz lunar.